Una pregunta frecuente cuando se conoce del consumo de un miembro de la familia alude a si deben considerarse como un problema o no, y si lo es, qué parámetros podrían tenerse en cuenta para valorar la gravedad del mismo. La pregunta conlleva una serie de inquietudes que jóvenes y adultos tienen una vez las redes sociales, las leyes e incluso profesionales de la salud abogan por defender el uso medicinal y recreativo de las sustancias psicoactivas, normalizando el uso de drogas, especialmente de la marihuana. Pero, si bien es cierto que algunas plantas tienen efectos medicinales y que en muchas culturas las sustancias psicoactivas se usan en rituales o forman parte de su cotidianidad, estas prácticas tal vez no tienen mucho que ver con los fines con los que se comercializan las drogas en nuestras ciudades.
El consumo de sustancias psicoactivas será un problema en relación con los efectos que tiene en la vida de la persona y en sus relaciones, dentro de un contexto familiar, escolar, laboral, social y cultural. En tal sentido, muchas veces lo definirán como problema quienes rodean a quien consume sustancias, pues quien tiene el problema pocas veces logra ver los efectos que ha tenido en su vida y relaciones, a pesar de que estos sean totalmente visibles para todos. Más bien, para quien consume, el problema son los demás, los padres o parejas que no los entienden, que exageran y que no tienen la confianza en que él o ella saben manejar la situación.
El proceso adictivo es definido como una progresión de sucesos que interactúan entre sí, desencadenando un problema de adicción que depende, en tiempo y severidad de los factores de vulnerabilidad que afectan al individuo; dicha progresión que puede ser lenta o rápida, refleja un agravamiento progresivo del problema, marcando diferentes momentos o etapas, donde la línea que divide una de otra es sutil y muchas veces inadvertida, siendo una realidad que, cada vez que se avanza en el proceso, resulta más difícil, no siendo imposible, detenerlo o salir del mismo. En el proceso adictivo se pueden diferenciar tres etapas: uso, abuso y adicción, que corresponden a una fase temprana o inicial, una fase intermedia y una fase agravada o severa del problema.
Aprende a diferenciar algunas señales características de las etapas de consumo:
El uso de las sustancias psicoactivas se inicia generalmente con la experimentación, donde la mayoría de los jóvenes relatan que es la curiosidad la puerta de entrada queriendo saber qué genera o qué sensaciones agradables puede producir, pues por un lado, han oído que las drogas son malas o que el alcohol es dañino, pero por otro están cerca de personas en la casa, el barrio, el colegio, la universidad o el trabajo que consumen alcohol o drogas y que aparentemente no les pasa nada e inclusive lo disfrutan; de esta manera cuando la oportunidad se presenta, el consumo está prácticamente normalizado en el contexto de la persona y accede a él por curiosidad.
“La primera vez que bebí trago tenía 13 años; salí del colegio con unos amigos y fuimos a la casa de uno de ellos. En la casa había tequila, aguardiente, vodka; mi amigo dijo que destapamos una botella de las del papá que ni se daría cuenta; él ya lo había hecho con ese grupo que fuimos… mi amiga y yo nunca habíamos tomado un trago… Nos tomamos muchos tragos pues a uno de ellos se le ocurrió hacer un juego y cada vez que no acertaba me tocaba tomarme una copa. Me puse muy mal, mi mamá tuvo que ir a recogerme pues no llegaba a donde habíamos quedado de encontrarnos; en una hora nos tomamos la botella y creo que mi amigo destapó otra de otra cosa…; lo hice para saber qué se sentía y para que no nos vieran como unas bobas…”
En la experimentación, es posible que se aumente el contacto con el grupo de personas con quienes consumió por primera vez, siendo común que el alcohol o las drogas sean obsequiadas por otros que se encuentran en etapas más avanzadas; el consumo casi siempre tiene un carácter social y se realiza esporádicamente; el comportamiento no cambia y la persona puede continuar respondiendo académica o laboralmente; las amistades oscilan entre consumidores y no consumidores y su vida continúa casi normalmente.
“La primera vez que fumé marihuana tenía 15 años; en el grupo de amigos había dos o tres que fumaban, yo los veía, pero no me llamaba la atención… siempre decía… no, paso… y me divertía con todo lo que decían… eran muy chistosos… un día pensé y ¿por qué no hacerlo? Ese día fumé, pero no le encontré tanto gusto, no pasó nada terrible, por lo que otro día quise volver a probarla… luego, seguí haciéndolo por mucho tiempo, casi todo décimo y once, pero fue en la universidad que me enganché…”
En la experimentación, el consumo puede seguir diversos rumbos: puede que no pase de ahí, porque no le gustó la sensación que produjo o porque vio complicado estar ocultando esta situación, o porque sintió que esto no lo debía volver a hacer y la persona decidió no hacerlo más; otras veces, quien consume puede decidir seguir un consumo esporádico, quizás más asociado a una situación social, de manera que el consumo puede hacerse ocasionalmente en el marco de una reunión, una fiesta, un paseo; en otras ocasiones, el consumo desde el inicio puede agarrar mucha fuerza y de un momento a otro alcanzar dimensiones increíbles como lo relata una chica de 16 años que busca ayuda.
“A mí me dieron a probar la coca un día al salir del colegio unos amigos; desde ese momento sentí una gran necesidad de seguir haciéndolo; me estaba yendo mal en el colegio, mis papás se habían separado y se peleaban mucho, yo estaba como muy triste y comencé casi mañana y tarde a hacerlo; tuvimos un paseo del colegio y no pude ir sin llevarme la cantidad que necesitaba; en el paseo un niño me pidió y no le quise dar; él la tomó de mi bolso y se puso muy mal; ahí se dieron cuenta y por eso vengo, …espero que me ayuden a salir de esto que ya no puedo parar…”.
Lo anterior nos permite ver que el uso de una droga y su poder adictivo no solo tiene que ver con la sustancia, sino con el modo de ser de la persona, con los factores de vulnerabilidad presentes, con el momento del ciclo vital y con muchos otros aspectos. Lo que parece claro es que el efecto de una droga no es ajeno de la utilidad que tiene su consumo y que en la adicción funciona como una estrategia inadecuada para el manejo propio del malestar emocional, existencial o corporal.
“…Cuando comencé a aumentar el consumo, estaba pasando un mal momento, viví muchas circunstancias difíciles de niño, que me dolían y me hicieron desconfiado… no sé, tenía como miedo de relacionarme con los del curso, miedo de que me rechazaran o se burlaran… también me dolía no saber nada de mi papá, él se alejó de nosotros y con mi padrastro teníamos problemas…”.
Iniciado el uso de sustancias psicoactivas, puede que éste siga un curso más frecuente, de manera que al avanzar en esta etapa, el grupo de amigos que inicialmente estaba conformado por no consumidores y consumidores, va siendo cada vez más poblado por estos últimos lo cual normaliza el consumo, haciendo que la persona esté convencida e intente convencer a otros de que no tiene ningún problema pues todos lo hacen; es común que empiecen algunas mentiras, excusas, ocultamientos, engaños, manipulaciones, que al ser detectados generan conflicto en la familia. Este conflicto logra ser disipado muchas veces con una actitud de negación o de justificación ante lo que resulta evidente por parte de unos y otros, logrando confundir a la familia con relación a lo que está pasando; estos mecanismos (negación, justificación) que ayudan a evitar el dolor que se experimenta frente a esta realidad, favorecen la permisividad y por ende el consumo; expresiones como: “pues bueno, no me creas…allá tú, yo estoy diciendo la verdad y tú le crees más a otros, no tiene nada de malo, todos lo hacen, es medicinal”, generan culpa o temor de confrontar y hacer daño, lo que ayuda a evadir la situación y mantener el problema.
“El me comenzó a convencer que la marihuana era buena, que era inofensiva, me justificaba todo el tiempo su uso con argumentaciones que me confundían, hasta yo misma le ayude a sembrar algunas plantas, pues me dijo que así se aseguraba que él pudiera fumar algo de buena calidad y no mezclada con otras cosas como la vendían en la calle…me dejé confundir y también les quise dar gusto, que se sintieran comprendidos… fue un error, mi hijo apenas tenía 15 años y estaba comenzando su consumo…yo lo permití”.
En la medida en que el uso de sustancias psicoactivas se hace más frecuente puede presentarse bajo rendimiento escolar o laboral, incumplimiento de tareas, ausentismos, tardanzas, una menor participación en actividades de la vida familiar, todo ello deriva en el aumento de los conflictos afectando la vida cotidiana, desde donde se encuentra justificación para el consumo. En ocasiones los eventos conflictivos críticos logran suspender temporalmente el consumo, lo cual da la sensación tanto a quien lo hace como a la familia, de que puede tener control sobre el consumo, lo cual es engañoso y muy peligroso.
“Cuando la cosa se ponía complicada con mis papás, yo le bajaba… Incluso duré dos meses sin consumir nada, pero luego volví a hacerlo… durante mucho tiempo pensé que la podía controlar hasta que un día mi novia me dijo… marica, cual controlar… si así llevas consumiendo 5 años…”