Si un familiar mío necesitara un programa para su recuperación a las adicciones, lo que más quisiera es que fuera un lugar en donde disfrutará del aire libre y la naturaleza; alejado de cualquier factor de riesgo, de situaciones que lo alterarán y estuvieran asociadas con la dinámica del uso y consumo de sustancias psicoactivas que no le permitiera concentrarse en su recuperación y ver que existen acciones para mejorar su vida. Un lugar donde el abordaje haga énfasis en su sentido de vida, en la respuesta a preguntas como: ¿para qué quiero cambiar?, ¿para qué mantener mi sobriedad?, ¿qué me va a dar más paz?, ¿qué es lo que me va a acercar más a la vida que quiero vivir?
Un espacio que acentúe el fortalecimiento de sus recursos personales, en donde sé de cuenta lo valioso y fuerte que es, que con ayuda profesional pueda ver más allá del diagnóstico inicial de su enfermedad.
Si una de las personas de mi círculo familiar o de amistad, estuviera pasando por una adicción al consumo de sustancias psicoactivas, buscaría un lugar de ayuda para adictos, con atención personalizada y en donde el trato diferencial; es decir profesionales calificados, con formación especializada, que empleen modelos de tratamiento que lo motiven a redescubrir lo mejor de sí mismo.
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Si un familiar mío necesitara un programa para su recuperación en adicciones, esperaría hallar no solo un lugar para su abstinencia, sino un espacio confortable, en donde encuentre su sobriedad, entendida como su capacidad libre y transformadora para encaminarse a su proyecto de vida y en donde pueda tomar las mejores decisiones.
Un programa que cuente no solo con evidencia científica, sino lleno de humanidad y empatía.